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miércoles, 25 de julio de 2012

“Se siente incómodo no saber quién es uno en realidad” - Relato biográfico de la Dra. Viviana Poggio



Por Pamela Schaab Pfeiffer*

   No sólo estamos hechos de sueños, de ambición o deseos; estamos hechos de miedos, de perplejidad, de asombro. También estamos hechos de recuerdos y de futuros imaginarios; de preguntas, olvidos y silencios… ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿Hacia dónde voy? Son interrogantes que acompañan y conducen nuestro peregrinar en la vida. Pero… ¿qué sucede cuando el pasado que nos interpela se nos muestra confuso? ¿Y cuando cargamos con la herencia de un pasado traumático? Es el caso de los hijos de quienes fueron detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar, en nuestro país.
   Afortunadamente, “uno de los fenómenos culturales y políticos más sorprendentes de los últimos años es el surgimiento de la memoria como una preocupación central de la cultura y de la política de las sociedades occidentales” (Huyssen, A. 2001) Dentro de los eventos más significativos, figuran las masivas conmemoraciones al cumplirse los veinte años del golpe militar. Entre los agentes de esta nueva visibilidad setentista, se encuentra la agrupación H.I.J.O.S.  A su vez, la proliferación de fuentes testimoniales, constituyó un valioso marco de referencia para el abordaje y la reconstrucción de nuestro pasado más reciente.  
   Pero ese despertar a la memoria no culminó ahí. Actualmente atravesamos un complejo período de auge de conmemoraciones, escenarios de juicios y luchas simbólicas de empatía con las víctimas; todos con el fin de reivindicar, homenajear, tener presente y poner a salvo del olvido esos inconclusos del pasado.
   A continuación, acerco la historia de vida de la Dra. Viviana Poggio, hija del compañero Horacio N. Poggio, periodista  entrerriano detenido-desaparecido. Su caso es muy conmovedor, vivió durante años creyéndose  una historia que se había inventado de niña tras la desaparición forzada de su padre, para convencerse de que él no la había abandonado. Cuando pudo rearmar su historia y ponerla en palabras, se reencontró.
   Como dice Beatriz Sarlo, “el lenguaje libera lo mudo de la experiencia, la redime de su inmediatez o de su olvido y la convierte en lo comunicable, es decir, lo común” (2005: 29).
   Nos necesitamos para sobrevivir, pero también nos necesitamos para entender. Viviana hoy conoce  la importancia de su testimonio en el entramado de la historia, es militante de H.I.J.O.S Regional Paraná y trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia.
   La historia...
   “Tengo dos instancias de recuerdos (los que viví y los que me contaron), porque en realidad hay un hito que es la separación de mis viejos: Horacio Poggio y Raquel Camilión”, explica Viviana.
   Viviana tenía once años de edad cuando se llevaron detenido a su padre.
   La noche del 23 de julio de 1976, ella estaba de visita en la casa de la capital cordobesa en la que vivía Horacio junto a Angélica, su nueva pareja, y los frutos de ese amor, Carolina y Sebastián. Eleonora estaba apenas a un mes de nacer.
   Viviana no podría imaginar por entonces –y ni siquiera después de muchos años- que al final de esa jornada despediría a su padre para no volverlo a ver.
   Esa noche, Horacio no regresó de trabajar, y a Viviana la noticia la dejó absorta. Un amigo de su padre se dirige a ella diciéndole: “te voy a llevar a lo de tu mamá, porque tu papá está preso”. Esas palabras hicieron que la vergüenza se apoderase de todo su ser, por lo que ella entendía que significaba ser preso político en aquella época. Durante el viaje, ni una sola palabra más sobre el asunto. Una vez en casa de su mamá, se dirige a Raquel y a Roberto –su nueva pareja- quienes le preguntan por qué había vuelto tan temprano, y entre lágrimas les dijo que su papá Horacio estaba preso. El baño fue el lugar que eligió para quebrarse y llorar sin que nadie se diera cuenta. De allí en adelante, todo fue mutismo y silencio absoluto.
   Sin embargo ella creía que lo ocurrido a su padre, era cuestión de transición y que pronto sería liberado. Mientras tanto, su vida con Raquel y Roberto transcurría normalmente y sin averiguaciones sobre el paradero de Horacio; aunque por entonces, en la calle ya se respiraba un clima de miedo y el deseo general de pasar desapercibido.
   Atrás habían quedado “los años con vientos de libertad, de mucha música, de mucha biblioteca”, como lo recuerda Viviana. Las reuniones con los amigos de su papá, en que los hijos eran un poco hijos de todos; donde abundaban las empanadas, el vino, y las conversaciones borrachas de ideales hasta la madrugada, también cesaron. En el año ‘76 se acabó la música, dejó de sonar la melodía del compromiso que Viviana había oído desde la cuna.
    Pero Horacio no aparecía y Viviana se enojó mucho. Empezó a pensar que quizás su padre se había escapado y que no quería verlos. Pero como también ella había perdido el contacto con sus hermanos, inventó la historia de que Horacio se había ido a México junto a Angélica y los niños. Y eso le sirvió como respuesta inmediata para todos aquellos “entrometidos” que le preguntaran por su papá. Tanto lo repitió que terminó por creérselo y es cuando Viviana entra en un profundo letargo del que tardará años en despertar.
   A los catorce, conoce a Luis y se ponen de novios. “Por suerte él no tenía inhibida la curiosidad como yo”, exalta Viviana. Es ese novio de la secundaria, quien se pone la causa de Horacio al hombro para permitirle a la jovencita, entrar en otra historia. No obstante Viviana, en lugar de actuar, se perdía en quimeras. Es que, cómo explicar desde el encierro, cuánto miedo da salir a ese mar de dudas…
   Con el advenimiento de la Democracia, Viviana ingresa en la facultad y en el año 1987 se recibió de Odontóloga. Finalizados sus estudios, contrae matrimonio con Luis y se van a vivir a un pueblito de pocos habitantes en la provincia de Entre Ríos, con la idea de empezar una nueva vida. Pero eso no se consigue mientras exista un pasado no resuelto, con tantos interrogantes por responder y una experiencia traumática semejante en torno a la figura de un padre.
   Entonces llegan sus dos hijos, y fueron ellos quienes punzaron la burbuja en la que vivía Viviana, poniéndola frente a su realidad. Llenos de curiosidad preguntaban a su madre por el abuelo Horacio; con ellos crecía el deseo por conocer qué recuerdos estaban aún presentes en Viviana de su padre, y eso la obligó a repensar qué fue lo que ocurrió.
   Ya adolescentes, los nietos de Horacio abrazaron su historia y comenzaron a asistir a las marchas del 24 de marzo junto a su padre Luis. Y fue así que Viviana, supo darse cuenta de que como la suya, había miles de historias parecidas. A partir de entonces, se reencontró con la música del compromiso y las reuniones de militancia.
   Se acercó hasta H.I.J.O.S, donde tras presentarse se le comunicó que era muy bienvenida y que la estaban esperando. 
  Viviana no se sorprende del curso que tomó su vida y el de su familia, “de acá venimos y hoy me puedo hacer cargo de eso, por supuesto después de haberme reencontrado”, dice al respecto. “Después de todo, se siente incómodo no saber quién es uno en realidad”.
    

  Bibliografía:

  • v  HUYSSEN, A. (2001) Pretéritos presentes: medios, política, amnesia, en En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.
  • v  SARLO, B (2005) Crítica del testimonio: sujeto y experiencia, en Tiempo Pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Siglo XXI Editores, Buenos Aires.
  • v  JELIN, E. (2002) ¿De qué hablamos cuando hablamos de memoria?, en Los trabajos de la memoria, Siglo XXI, Madrid.


*Pamela Schaab Pfeiffer es estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social de la Fac. de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos. La presente entrevista fue realizada para la cátedra "Problemas Contemporáneos de la Comunicación", bajo la titularidad de la Prof. Gabriela Álvarez.

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